jueves, 2 de febrero de 2017

Oniria opositoril (II).

"Estaba en un aula oscura, con pupitres de a dos, en los que no todos los alumnos estaban en sus asientos. En la mesa redonda que presidía el aula, se encontraba un hombre ya canoso, con cierto sobrepeso y ligeros problemas de higiene corporal, el cual resultó ser aquél profesor de Trigonometría, de cuya cara ya había conseguido olvidarme (casi) por completo.

Comenzó a llamar por orden de pupitre para cantar los temas. Yo me encontraba en las últimas filas, así que aún me iba a dar tiempo a repasar aquel civil que llevaba más flojo, y la clave de cuyo comienzo me lo daba el nombre de una flor (el cual ya había olvidado...).

No sé por qué, ni quién, me hizo levantarme de la silla, solo recuerdo cierta algarabía y un ambiente cuasifestivo, del cuál yo desde luego no era partícipe. En mi subconsciente seguía pesando mi mala suerte, y el civil que llevaba mal. Al levantarme, me di cuenta de que iba en pijama, el de cuadros, pero me preocupaba tanto el maldito civil, que apenas le di importancia. 

Me dirijí al final de la clase, en la cual había unos pasillos de supermercado, en los cuales me distraje unos minutos. Al dejar de oír el ruido de mis compañeros, me asomé nuevamente a la clase, y flotando en el ambiente estaba mi nombre. Corriendo cogí mi crono, el programa y aceleré hasta llegar a la mesa del profesor. Mal empezaba llegando tarde y encima con esas pintas, en pijama y resoplando por el sobreesfuerzo. 

El profesor me miró, y recogiendo los papeles que tenía esparcidos por toda la mesa me dijo:"No si yo no tengo ningunas ganas de que cantes". A pesar de la vergüenza y de la angustia que sentía por haber llegado tarde, sobresaltadamente, en un tono ciertamente más áspero del que corresponde a un alumna le respondí: "¡No, no! si yo tampoco quiero pero tengo que cantar, ¿me entiende? TENGO que cantar".

Ese "tengo" se clavó en mi garganta hasta que el profesor volvió a su asiento, pidiendome que cogiera el crono con una mano y que la otra la levantara como en los juramento. Así lo hice, y entonces me indicó que girara mi cuerpo hacia la pared en que reflejaba la luz del flexo, que había estado encendido todo este tiempo en el lado izquierdo de la habitación.Me giré mirando el crono que llevaba en la mano, era el negro, cuando de normal siempre canto con el naranja, eso me sorprendió.

Cuando levanté la vista, me paré a mirar la sombra de mi mano extendida, parecía más regordeta de lo normal, conté los dedos, y la reconocí. Sin embargo, cuando hice lo propio para fijarme en la sombra del crono en la mano, algo pasó. La sombra negra comenzó a girar y se transformó en un lobo de ojos ensangrentados, pelo tan negro como el azabache y una fiereza salvaje. Me ladraba, sacaba sus horribles colmillos amenazandome y advirtiendome de su inminente ataque. Mientras tanto acertaba a oir al profesor que me gritaba una y otra vez "¿qué ves?¿qué ves?". Mientras yo, cerrando los ojos tan fuerte como podía, sollozaba: "no quiero, no quiero". 

Y entonces, desperté".

PD: Otro capítulo de Oniria Opositoril, aquí.

 

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