jueves, 14 de septiembre de 2017

De safari

Este verano disfruté de unas vacaciones pagadas en un safari en The-matrix. Nunca un viaje igual, nunca una compañía tan organizada. Todo hacía presagiar que el viaje sería inolvidable, no harían falta fotografías, ni videos para que se convirtiera en lo que fue: una proeza. 

Empezó como todo los viajes. De madrugón, deseando que valiera la pena. Al ser un viaje peculiar, nos dijeron que omitieramos cualquier tipo de pasaporte expedido por nuestro país de origen, ya que en aquellas fronteras no nos servirían de nada. También nos avisaron de que la maleta preferiblemente fuera una mochila, pequeña, con lo imprescindible, ya que aquél es un lugar donde las comodidades escasean, y los lugareños no son los más hospitalarios del mundo, precisamente.

Os omitiré los detalles de la travesía porque estuvo llena de turbulencias, agitaciones e incluso alguna indigestión -la especialidad de la casa no era precisamente la "cuisine". Pero el llegar allí fue ¡alucinante!. Nada que ver con los paisajes que hubiera visto hasta entonces. 

Nos recibieron los operadores, con un lenguaje tan políticamente correcto que haría temblar a todos los sillones de la RAE vivos y muertos. Su terminología nos hizo darnos cuenta de que estábamos en otro mundo, y que más nos valía aprender rápido porque intención de entender otra cosa no tenían ninguna. 

Ya acomodados en nuestros alojamientos -austeros y cuadriculados, casi todos iguales pero con pequeñas variaciones, la mesilla en éste a la derecha, en aquél a la izquierda, la ventana aquí 20 centímetros arriba y en esta 10 abajo. Esa noche, nos recomendaron descansar profundamente, porque el día siguiente sería el gran día: el del Safari por The-matrix.

El Safari incluía tanto visita a la fauna como a la flora del lugar. Todo el proceso de evolución del sistema lo encontraríamos allí. No nos hicieron falta cámaras ni móviles para retenerlo, porque vagaban a sus anchas, y cuando menos lo esperabas, acababan en tu retina, tan fuertemente agarrados, que era imposible volverlos a perder de vista.

Ese día, almuerzo en mano, nos adentramos entre altos y solemnes árboles, llenos de gruesas lianas que ligaban unos árboles con otros, y otras más finas y delicadas, imperceptibles para la mayoría, salvo para los más experimentados tematrixólogos. El lugar estaba encantado, lleno de monitorios, animales salvajes que vivían entre lianas. Éstos, mientras saltaban gritaban algo que no se entedía a priori, pero nos explicaron que su grito son cantidades al azar, normalmente vinculadas al número de saltos que llevan, aunque todavía no han sabido descifrar del todo sus diálogos.

Por otro lado, a los lados del camino encontrábamos unos animales entre lagartija y erizos, cambiaban frecuentemente de parecer, a veces perdían la cola, a veces las puas, y decían que al tenedor de cualquiera de esos elementos, le llovían los millones a raudales.

Los habitantes de aquél lugar no podían olvidar a la rara avis, un pájaro majestuoso, brillante, exuberante, que decían estaba tocado por la mano de dios, y sin embargo, solo se conocía por el boca a boca de la gente, ya que casi nadie lo había visto nunca, aunque si escuchado.

Me quedé con las ganas de ver más paisajes, más particularidades de aquellos parajes, llenos de árboles distintos, de piruetas mágicas entre su follaje, de curiosidades en su fisonomía, tiempos y ciclos. Sin embargo, se acabó el crédito, tuvimos que marchar, para volver a empezar, este septiembre tan diferente.

Espero que vuestras vacaciones hayan sido tan "chulas" como las mías. Mucho ánimo a todos.

PD: ¿dónde estuve este verano? :-P

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